1. Al referir la presencia de María en la vida pública
de Jesús, el concilio Vaticano II recuerda su participación
en Caná con ocasión del primer milagro: «En las
bodas de Caná de Galilea (...), movida por la compasión,
consiguió, intercediendo ante él, el primero de los milagros
de Jesús el Mesías (cf. Jn 2,1-11)» (Lumen gentium,
58).
Siguiendo al evangelista Juan, el Concilio destaca el papel discreto
y, al mismo tiempo, eficaz de la Madre, que con su palabra consigue
de su Hijo «el primero de los milagros». Ella, aun ejerciendo
un influjo discreto y materno, con su presencia es, en último
término, determinante.
La iniciativa de la Virgen resulta aún más sorprendente
si se considera la condición de inferioridad de la mujer en la
sociedad judía. En efecto, en Caná Jesús no sólo
reconoce la dignidad y el papel del genio femenino, sino que también,
acogiendo la intervención de su madre, le brinda la posibilidad
de participar en su obra mesiánica. El término «Mujer»,
con el que se dirige a María (cf. Jn 2,4), no contradice esta
intención de Jesús, pues no encierra ninguna connotación
negativa y Jesús lo usará de nuevo, refiriéndose
a su madre, al pie de la cruz (cf. Jn 19,26). Según algunos intérpretes,
el título «Mujer» presenta a María como la
nueva Eva, madre en la fe de todos los creyentes.
El Concilio, en el texto citado, usa la expresión: «Movida
por la compasión», dando a entender que María estaba
impulsada por su corazón misericordioso. Al prever el posible
apuro de los esposos y de los invitados por la falta de vino, la Virgen
compasiva sugiere a Jesús que intervenga con su poder mesiánico.
A algunos la petición de María les parece desproporcionada,
porque subordina a un acto de compasión el inicio de los milagros
del Mesías. A la dificultad responde Jesús mismo, quien,
al acoger la solicitud de su madre, muestra la superabundancia con que
el Señor responde a las expectativas humanas, manifestando también
el gran poder que entraña el amor de una madre.
2. La expresión «dar comienzo a los milagros», que
el Concilio recoge del texto de san Juan, llama nuestra atención.
El término griego árxé, que se traduce por inicio,
principio, se encuentra ya en el Prólogo de su evangelio: «En
el principio existía la Palabra» (Jn 1,1). Esta significativa
coincidencia nos lleva a establecer un paralelismo entre el primer origen
de la gloria de Cristo en la eternidad y la primera manifestación
de la misma gloria en su misión terrena.
El evangelista, subrayando la iniciativa de María en el primer
milagro y recordando su presencia en el Calvario, al pie de la cruz,
ayuda a comprender que la cooperación de María se extiende
a toda la obra de Cristo. La petición de la Virgen se sitúa
dentro del designio divino de salvación.
En el primer milagro obrado por Jesús los Padres de la Iglesia
han vislumbrado una fuerte dimensión simbólica, descubriendo,
en la transformación del agua en vino, el anuncio del paso de
la antigua alianza a la nueva. En Caná, precisamente el agua
de las tinajas, destinada a la purificación de los judíos
y al cumplimiento de las prescripciones legales (cf. Mc 7,1-15), se
transforma en el vino nuevo del banquete nupcial, símbolo de
la unión definitiva entre Dios y la humanidad.
3. El contexto de un banquete de bodas, que Jesús eligió
para su primer milagro, remite al simbolismo matrimonial, frecuente
en el Antiguo Testamento para indicar la alianza entre Dios y su pueblo
(cf. Os 2,21; Jr 2,1-8; Sal 44; etc.) y en el Nuevo Testamento para
significar la unión de Cristo con la Iglesia (cf. Jn 3,28-30;
Ef 5,25-32; Ap 21,1-2; etc.).
La presencia de Jesús en Caná manifiesta, además,
el proyecto salvífico de Dios con respecto al matrimonio. En
esa perspectiva, la carencia de vino se puede interpretar como una alusión
a la falta de amor, que lamentablemente es una amenaza que se cierne
a menudo sobre la unión conyugal. María pide a Jesús
que intervenga en favor de todos los esposos, a quienes sólo
un amor fundado en Dios puede librar de los peligros de la infidelidad,
de la incomprensión y de las divisiones. La gracia del sacramento
ofrece a los esposos esta fuerza superior de amor, que puede robustecer
su compromiso de fidelidad incluso en las circunstancias difíciles.
Según la interpretación de los autores cristianos, el
milagro de Caná encierra, además, un profundo significado
eucarístico. Al realizarlo en la proximidad de la solemnidad
de la Pascua judía (cf. Jn 2,13), Jesús manifiesta, como
en la multiplicación de los panes (cf. Jn 6,4), la intención
de preparar el verdadero banquete pascual, la Eucaristía. Probablemente,
ese deseo, en las bodas de Caná, queda subrayado aún más
por la presencia del vino, que alude a la sangre de la nueva alianza,
y por el contexto de un banquete.
De este modo María, después de estar en el origen de la
presencia de Jesús en la fiesta, consigue el milagro del vino
nuevo, que prefigura la Eucaristía, signo supremo de la presencia
de su Hijo resucitado entre los discípulos.
4. Al final de la narración del primer milagro de Jesús,
que hizo posible la fe firme de la Madre del Señor en su Hijo
divino, el evangelista Juan concluye: «Sus discípulos creyeron
en él» (Jn 2,11). En Caná María comienza
el camino de la fe de la Iglesia, precediendo a los discípulos
y orientando hacia Cristo la atención de los sirvientes.
Su perseverante intercesión anima, asimismo, a quienes llegan
a encontrarse a veces ante la experiencia del «silencio de Dios».
Los invita a esperar más allá de toda esperanza, confiando
siempre en la bondad del Señor.