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Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.  
María Madre de Dios y Madre Nuestra
3.3.50 Tener a María en nuestra casa
 
 

SS Juan Pablo II nos habla sobre nuestra relación filial con la Sta. Virgen
"Desde entonces el discípulo la tuvo en su casa". ¿Se puede decir lo mismo de nosotros? ¿Tenemos a María en nuestra casa? Lo cierto es que deberíamos abrirle de par en par la casa de nuestra vida, de nuestra fe, de nuestros afectos y de nuestras ilusiones, reconocerle su papel de Madre, es decir, una función de guía, de consejera, de animadora o incluso de silenciosa presencia, que por sí sola basta a veces para infundir fuerza y valor.... Los primeros discípulos, después de la Ascensión de Jesús, estaban reunidos "con María, la Madre de Jesús". En la comunidad que ellos formaban estaba también ella; más aún, posiblemente era ella quien les daba cohesión.
El hecho de que se le denomine ahora "la Madre de Jesús" pone de manifiesto hasta qué punto se la vinculaba con la figura de su Hijo: manifiesta, pues, que María remite siempre y sólo al valor salvífico de la obra de Jesús, nuestro único Salvador, y, por otro lado, muestra también que creer en Jesucristo no puede eximirnos de incluir en nuestro acto de fe la figura de aquella mujer que es su Madre. "Esta es tu Madre": que cada uno sienta que estas palabras se dirigen personalmente a él mismo y obtenga así seguridad y fuerza para mantener un camino cada vez más firme y sereno en el compromiso de su vida.