Si
la catequesis tiene como propósito fundamental la maduración
de la fe inicial, recibida en el bautismo, el catequista, agente responsable
de dicho proceso, desempeña la misión profética de
seguir proclamando al hombre de hoy, la buena noticia de Jesús.
El catequista debe ser una persona en permanente renovación, en
actitud de conversión. No es un depositario de la verdad, ni es
inmune a la duda o al error. Es un compañero de búsqueda,
alguien que siente la angustia, el dolor, el desaliento; un peregrino
en marcha hacia el destino final. Es un promotor de la comunidad cristiana.
Por
todo esto el catequista ejerce su misión evangelizadora, fiel a
una triple fidelidad:
=> Fidelidad a Dios: a su palabra y su mensaje encamado en Jesucristo.
=> Fidelidad a la Iglesia: presente en su comunidad de amor y oración.
=> Fidelidad al hombre latinoamericano: aquejado por un sinnúmero
de limitaciones, pero enriquecido por genuinos valores humanos y abiertos
al mensaje cristiano.
Por
esta misión que debe cumplir el catequista debe tener presente:
=> Formación doctrinal y profesional: la formación profesional
del catequista debe ser igual o superior a la de los demás educadores
en sus respectivas áreas. Debe tener fundamentos sólidos
en teología. Biblia, liturgia y moral. Pero además un manejo
apropiado de las ciencias humanistas: psicología, antropología,
filosofía y ciencias de la comunicación. Esta preparación
le permitirá interpretar acertadamente la situación individual
y grupal de sus oyentes, discernir sus motivaciones y elegir el medio
mas adecuado para que el mensaje sea recibido.
=> Formación pedagógica y metodológica: la pedagogía
de la fe requiere originalidad propia, basada en el dinamismo y el proceso
de la divina revelación, requiere la acción catequética
el dominio del arte de la comunicación y el empleo de un lenguaje
adaptado al mensaje. El catequista debe estar capacitado en pedagogía
catequística, cuyo objetivo es presentar el mensaje mediante un
proceso situacional y vivencial que motiva actitudes y cambios de comportamiento.
Esto
exige de parte del catequista:
•
Partir de las necesidades y situación concreta de sus oyentes.
• Motivar una acción grupal participante y crítica.
• Dar amplio campo al diálogo y la creatividad.
• Usar un lenguaje comprensible al grupo.
• Evaluar la actividad catequística, para conocer sus resultados
y escuchar sugerencias.
=> Formación pastoral: La pastoral se inserta en forma amplia
en la acción sacramental de la
Iglesia, entendida como acción salvadora; todo cristiano realiza
su salvación en comunión y colaboración con los hermanos.
El catequista debe estar preparado para esta misión. Esta preparación
se logra, además de conocimiento teórico, mediante la realización
permanente de acciones, propósitos y actitudes que fomentan la
unión del catequista con la gente de la acción pastoral:
Cristo. Este desempeño pastoral implica un proceso de preparación,
para saber utilizar con eficacia los instrumentos, los procesos y recursos
que hacen posible la relación interpersonal y grupal. La preparación
pastoral exige del catequista no solo el conocimiento teórico de
su misión sino la experiencia vivencial de procesos de fe, de oración
y vida cristiana, con grupos comprometidos en la acción pastoral.
=> Compromiso cristiano: El catequista debe estructurar su personalidad,
en función de valores humanos y cristianos:
•
Madurez psicológica: caracterizada por el equilibrio emocional,
responsabilidad profesional, sano criterio y capacidad para discernir.
• La sociabilidad: capacidad de establecer relaciones humanas positivas,
capacidad de liderazgo y adaptación al medio.
• El compromiso cristiano: exteriorizado en opciones concretas de
servicio a la comunidad, práctica de los sacramentos y conducta
moral íntegra.
• Vocación apostólica: visible en el desempeño
eficiente de sus tareas en el servicio abnegado al prójimo y en
la permanente voluntad de actualización y renovación.
=>
El decálogo del catequista:
1. El catequista no impone ni expone, sino que propone el mensaje, respetando
la libertad de los demás: la imposición coarta la libertad,
la fe es una oferta que Dios hace a la libre aceptación del hombre.
La exposición es la presentación fría del mensaje.
La proposición es la actitud de alguien que ofrece, que cuenta
algo, de lo que vive o fue testigo.
2. El catequista habla como testigo de la verdad: No anuncia su verdad
sino la verdad de Cristo.
3. El catequista habla más con su vida que con sus palabras: el
mensaje que propone a sus catequizandos es un mensaje vivo, entusiasta,
fruto de su experiencia de fe y de su relación con
Dios.
4. El catequista tiene presente en todo momento la situación y
la experiencia de sus catequizandos: Dios se revela en el hombre y en
su historia.
5. El catequista presenta la Biblia y la tradición cristiana, como
experiencias normativas del compromiso de la fe.
6. El catequista favorece el encuentro personal con Dios: la catequesis
no se limita a hablar de Dios sino busca espacios privilegiados para hablar
con El.
7. El catequista se esfuerza no solo por formar grupos integrados, sino
comunidades cristianas: nuestros grupos catequísticos deben ser
lugares donde se respire aire de libertad, de comprensión y fraternidad.
8. El catequista habla no solo a la inteligencia, sino también
a la imaginación, al sentimiento, al cuerpo: al hombre total.
9. El catequista favorece el diálogo, la creatividad y criticidad:
la catequesis no es un lavado de cerebro, sino un diálogo sincero
y fraterno, una oferta del mensaje, una invitación a seguir al
Maestro.
10 E1 catequista promueve un proceso de auténtica liberación:
proceso que parte de la liberación de los condicionamientos y alienaciones
individuales, para abrirse a la liberación plena, mediante la aceptación
en la vida personal, grupal y social, del mensaje de Cristo.
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