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Benedicto XVI - Los luminosos ochenta años del Papa Ratzinger
escrito por:
Jesús de las Heras Muela
Director de ECCLESIA
 

Se cumplen también dos años de su elección pontificia

El 16 de abril de 1927 nacía en Martkl junto al Inn (sureste de Alemania) Joseph Ratzinger. El ahora Papa Benedicto XVI cumple, pues, 80 años de edad. En la víspera y coincidiendo con el segundo domingo de pascua, la "dominica in albis" y la festividad de la Divina Misericordia, el Santo Padre celebraba una concurridísima Eucaristía en la plaza de San Pedro de Roma. El mismo lunes 16 de abril salía a la venta, en lengua italiana, inglesa, polaca y alemana, su libro "Jesús de Nazaret" y el jueves día 19 se alcanzan los dos años de su elección papal.

Con estilo propio, sin prisas pero sin pausas, sin complejos y sin ostentaciones, Benedicto XVI ha ido ofreciendo su propia manera de ser y de actuar y su figura ha ido calando con gozo y con afecto en el corazón de los católicos, que cada vez en mayor acuden a Roma a encontrarse con él y que es esperado, entre multitudes, en sus visitas apostólicas. Cuando el año pasado se celebraba el primer aniversario de su elección papal, el cardenal Levada -su sucesor al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe- lo calificaba de "sereno y luminoso". El mismo Papa pidió a los fieles el 19 de abril de 2006 que rezarán por él para que fuera un pastor "apacible y firme". En estos cuatro adjetivos encontramos un retrato cabal y fidedigno de la personalidad y del misterio de Benedicto XVI, a quien el obispo prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarria, ha añadido otras cuatro notas certeras y definitorias: inteligencia, humildad, amabilidad y fortaleza.

Benedicto XVI es, pues, el pastor preciso y querido de la Iglesia Universal. Estamos en muy buenas manos con él. El Papa emana la seguridad y la confianza requeridas para el ejercicio de la suprema misión del ministerio apostólico petrino como extraordinario don de Dios y verdadera profecía de esperanza. Atrás quedaron las apriorísticas e interesadas descalificaciones, los estereotipos, tópicos y caricaturas con que fue presentado, aunque algunos poderosos terminales mediáticos quieren, de vez en cuando y ahora con algo más de sordina, recordarlas.

Benedicto XVI es una gracia de Dios para la Iglesia y para el mundo de hoy y se inserta plenamente en el elenco de los Papas excepcionales con que Dios ha bendecido a su Iglesia en el último siglo y medio, uno de los períodos más brillantes y fecundos en la historia del Pontificado Romano.

Maestro de la palabra

Las predicaciones y los discursos y su talante personal son quizás las dos singularidades más acusadas hasta ahora de su ministerio. Benedicto XVI es un Papa de "lectura obligatoria". Sus homilías, sus discursos, sus documentos merecen ser leídos por su riqueza, su intuición, su acertado diagnóstico de la realidad y sus propuestas dirigidas siempre a lo esencial, a lo capital de la fe cristiana y a cooperar con la verdad.

Su estilo literario y oratorio es directo, pulcro, plástico, fresco, siempre novedoso, sugerente y enriquecedor. Benedicto XVI va a las esencias y a la propuesta permanente de la verdadera y hasta única novedad del cristianismo y de la Iglesia que no es otra que Jesucristo, el Hijo de Dios, el Dios y hombre verdadero. Es el Papa de Dios, del Dios auténtico y sin "patologías", del Dios del que pretende "apostatar" en la práctica Occidente, del Dios que, en Jesucristo, sacia el anhelo de paz y de felicidad de la entera humanidad, del Dios sin el cual el hombre no puede vivir verdaderamente y sin el cual lo humano acabará, tarde o temprano, por vaciarse y perder su genuino sentido. Es también el Papa de las convergencias: entre fe y razón, entre historia y creencia religiosa. Es el Papa mensajero de que la fe no se apoya en la violencia, sino en la razón, en una razón "ampliada", enriquecida e iluminada.

Espléndido conocedor de la Sagrada Escritura y magnífico teólogo, el Papa Ratzinger debe y merece ser leído íntegramente con paz, con apertura, con agradecimiento. Siempre se aprende algo nuevo, decisivo y esclarecedor de sus palabras.

En este sentido, discursos capitales de estos dos años son los dirigidos a la Curia Romana, los días 22 de diciembre de 2005 y 22 de diciembre de 2006; los Mensajes para las Jornadas mundiales de oración por la paz de 2005 y de 2006; al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 2006 y 2007; sus pronunciamiento en verano de 2006 sobre la guerra entre Israel y Líbano; sus documentos sobre la Iglesia y la sociedad civil, en Verona el 19 de octubre de 2006; sus alocuciones en las Universidades de Ratisbona, Lateranense de Roma y Gregoriana de Roma, en otoño 2006; sobre la laicidad, el 9 de diciembre de 2006; sobre la Unión Europea, el 24 de marzo de 2007; y las homilías de las Navidades 2005 y 2006 y de las Semanas Santas 2006 y 2007. Su primera y hasta ahora única encíclica "Deus caritas est" es el más emblemático y hermoso de sus textos, al que, en marzo pasado, añadía la exhortación apostólica postsinodal "Sacramentum caritatis" sobre la Eucaristía.

Su ministerio viajero

Benedicto XVI ya indicó desde el comienzo de su elección papal que seguiría viajando como había hecho su querido e inolvidable antecesor, pero que sus viajes serían más selectivos. Era lógico a tenor de su edad.

Con todo, el Santo Padre se dispone para realizar su primer viaje intercontinental, que le llevará a Brasil del 9 al 13 de mayo próximo y que servirá para inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Para julio de 2008, está previsto que el Papa presida en Sidney (Australia) la XXIII Jornada Mundial de la Juventud. Otro próximo viaje internacional ya confirmado tiene por destino Austria, entre los días 7 al 9 de septiembre de este año. También podría viajar próximamente a República Checa.

En dos ocasiones ha visitado Benedicto XVI su patria alemana: en agosto de 2005, con motivo de la última Jornada Mundial de la Juventud, y en septiembre de 2006. La polémica envolvió este viaje a su Baviera natal, tras las airadas y desproporcionadas reacciones a su discurso en la Universidad de Ratisbona. La humildad, la perseverancia y la clarividencia con la que superó esta polémica es uno de sus grandes "haberes" de estos dos años.

En mayo de 2006, tras las huellas de Juan Pablo II, el Papa Ratzinger realizó un hermoso itinerario de fe por Polonia, con una más que memorable visita al campo de concentración de Auschwitz. Mes y medio después, el Santo Padre estuvo en España, en Valencia, en la clausura del V Encuentro Mundial de las Familias para alentar a las familias de todo el mundo a vivir y trasmitir la fe en medio de un mundo que margina a la familia como la principal de sus instituciones y que oscurece su verdad.

A finales de noviembre pasado, Benedicto XVI realizó su, en principio, más difícil viaje con destino a la musulmana Turquía. Fue un viaje en pos del diálogo interreligioso, en la búsqueda de la unidad intercristiana y en reencuentro con las raíces cristianas tan presentes en este país, puente entre Europa y Asia, la "segunda Tierra Santa". Como una imagen vale más que mil palabras, este viaje nos dejó al menos dos elocuentísimas secuencias: su momento de oración personal en la mezquita azul de Estambul y su abrazo con el patriarca ortodoxo Bartolomé I (Pedro y Andrés, unidos, abrazos, reconciliados en busca de la plena comunión).

Dentro de Italia, aparte de sus estancias de descanso en Castelgandolfo y en el Valle de Aosta, el Papa ha viajado a Bari, a Manopello y a Verona y pronto irá a Pavía, Vigevano, Asís y a Loreto.

La reforma de la Curia

A lo largo de estos años ha habido varios altos nombramientos en la Curia Romana: el Cardenal Bertone, secretario de Estado y camarlengo del Colegio Cardenalicio; los cardenales Levada, Dias y Humnes, prefectos de Doctrina de la Fe, Evangelización de los Pueblos y Clero; los cardenales Poupard y Martino, al frente de sendos Consejos Pontificios; el arzobispo Coccopalmerio, presidente del Consejo Pontificio para la Interpretación de Textos Legislativos de la Iglesia; el arzobispo Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados.

Quizás en este tema, todavía no ha acabado de vislumbrarse del todo el cambio esperado por algunos. Pero Benedicto XVI no tiene prisas especiales. Sabe que quién en verdad gobierna la Iglesia es el Señor y que él y sus colaboradores no son sino humildes trabajadores de su viña, instrumentos de la Misericordia Divina.

Tomado de 'revistaecclesia.com'