VIERNES SANTO. Dios se ha hecho débil hasta morir.
No se celebra misa, sino la Pasión del Señor a las 6:00
de la tarde en todos los templos.
Juan 18,1-19,42 Cristo se humilló por nosotros y por obediencia
aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz.
La noche del Jueves Santo se torna oscura con la Oración del
Huerto. La contemplación del dolor de Nuestro Señor comienza
a estremecernos y nos prepara para comprender la profundidad de la Pasión
del Señor.
Tras el Jueves Santo llega el terrible dolor del Viernes Santo, cuando
recordamos el prendimiento, flagelación, juicio, camino del Calvario,
crucifixión y muerte del Señor Jesucristo. Es un día
que debe animarnos a una profunda reflexión, a una concentración
profunda en el misterio de la muerte del Señor. Valdrá
mucho la pena que en el Viernes Santo leamos el Evangelio atentamente,
y que reflexionemos seriamente sobre nuestra vida y la generosidad de
Dios que da Su Vida para nuestra salvación.
Con la muerte del Señor en la cruz, el mundo se cubre de tinieblas.
Un momento de espera angustiosa en la que la Iglesia nos pide que acudamos
a la Santísima Virgen, la madre dolorosa que ha recibido de José
de Arimatea el cuerpo sin vida de Jesús. Es precisamente en este
sábado santo cuando podemos apreciar la grandeza de la Santísima
Virgen.
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