Tener preparado:
Los integrantes de la Pastoral de la Salud deben:
1. Haber finalizado el curso de actualización. (febrero 7, 8 y
9 a las 5:00 p.m. Responsable Padre Marcelo.
2. Haber celebrado el jueves 10 de febrero el Acto Penitencial. 7:30 p.m.
3. Haber decorado y ambientado el templo parroquial, con una semana de
anticipación.
4. Haber invitado a todos los enfermos, a los médicos y enfermeras
del sector salud.
- Motivar a todos los Ministros para que participen, sin excepción.
- Avisos, carteleras, invitaciones por escrito para los enfermos.
- Personas que reciban a los enfermos en las puertas del templo.
- Sitio donde van a estar todos los enfermos. (Lugar especial)
- Regalos para los enfermos.
- Letrero con el nombre de todos los enfermos.
- Merienda o compartir para los invitados.
- La imagen de Nuestra Señora de Lourdes retocada y arreglada en
un altar una semana antes. Hay que bajarla de la gruta (buscar a los que
la colocaron allí, para invitarlos a traerla en procesión
el domingo anterior, 6 de febrero 8:00 a.m.) Y comenzar una oración
especial por los enfermos toda la semana.
Diferentes escritos en el templo:
• En Cristo está la esperanza de la verdadera y plena salud
• EL ANCIANO ENFERMO. ATIÉNDELE CON CARIÑO"
• Más cerca de los que están más lejos.
• Virgen María, salud de los enfermos
• Jesús enseñó y curó
• La fe lo puede todo.
• Con Dios todo. Sin Dios nada.
Además:
• Coro
• Monitor para la monición de entrada
• Lectores. Primera, salmo, segunda
• Oración de los fieles.
Misa día de
los enfermos.
Llegada de la Imagen de Nuestra Señora de Lourdes. Que días
atrás se bajo de su gruta y se embelleció. Hacer altar en
el templo.
Coro…
Monición de entrada:
Todos, en nosotros mismos, en nuestros familiares o en los miembros de
nuestra sociedad vivimos las consecuencias de la enfermedad que nos recuerda
nuestra fragilidad y debilidad. Considerando las limitaciones y las necesidades
del hombre, alguien lo ha definido como un ser que sufre. En el Evangelio
vemos cómo Jesús está siempre cerca de los que sufren:
«Expulsa a los demonios y cura a los enfermos» (Mt 8, 16).
En los discípulos de Cristo «no hay nada verdaderamente humano
que no tenga resonancia en su corazón» y la enfermedad de
los otros ha de suscitar en nosotros los mejores sentimientos de solidaridad.
«Quién desfallece que no desfallezca yo?» (2 Co 11,
29), escribía san Pablo y san Ignacio de Antioquía exhortaba
a soportar las enfermedades de todos, pues servir a los enfermos es servir
a Cristo: «Estuve enfermo y me visitaron» (Mt 25, 36). Sería
lamentable que lo mismo que Jesús al paralítico de la piscina,
tuviéramos que oír a algún enfermo: «No tengo
a nadie» (Jn 5, 7). Que esta Eucaristía sea un encuentro,
sincero yd e amor, con nuestro hermano enfermo.
Ritos iniciales…
Acto penitencial…
Coro: Señor ten piedad
Oración Colecta:
Te pedimos, Señor,
Que nosotros, tus siervos,
gocemos siempre de salud de alma y cuerpo,
y por la intercesión de santa María, la Virgen,
líbranos de las tristezas de este mundo
y concédenos las alegrías del Cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Lecturas
Primera Lectura: Isaías 66,10-14c
Jerusalén, la ciudad santa, se goza por la vuelta de los desterrados.
A ella acuden los pueblos en peregrinación, buscando su paz y el
consuelo que Dios ha puesto en ella. Es como una madre que, por el poder
de Dios, que habita en ella, engendra con facilidad hijos sin número.
Este texto se aplica a María, morada de Dios entre los hombres,
que les reparte la paz, la alegría y el consuelo de Dios. Palabra
de Dios.
Salmo Responsorial:
Salmo 42
Van a repetir todos: Salud de mi rostro, Dios mío
Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame
del hombre traidor y malvado.
Todos: Salud de mi rostro, Dios mío
Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas?,
¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?
Todos: Salud de mi rostro, Dios mío
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan
hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Todos: Salud de mi rostro, Dios mío
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que
te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.
Todos: Salud de mi rostro, Dios mío
¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te
me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro,
Dios mío».
Todos: Salud de mi rostro, Dios mío
Segunda Lectura: Apocalipsis
21, 1-5ª:
El libro del Apocalipsis nos trae una hermosa profecía sobre la
humanidad renovada gracias a la Pasión y Resurrección de
Jesús. De esta humanidad, María es la primicia y también
la esperanza para todos los creyentes.
Coro…
Evangelio: Juan 2,1-11
Jesús va desvelando su misterio comenzando por lo que es un signo
que apunta mucho más allá del simple convertir el agua en
vino. El agua es lo anterior a Jesús, pero el vino nuevo es Jesús
que irrumpe con fuerza en la historia motivando la fiesta, la alegría
y el gozo desbordante.
Unción de los
enfermos… El sacerdote ayudado por los Ministros va colocando el
óleo de los enfermos.
Coro…
Oración Universal
de los fieles.
Celebrante: Animados por el Espíritu que nos congrega en la unidad
para celebrar el día nacional del enfermo, ponemos a María
Inmaculada como intercesora al presentar al Señor nuestras súplicas.
A cada intención respondemos: Señor, que estemos cerca de
los que están lejos.
Por la Iglesia Universal,
sacramento de unidad, para que, bajo la guía del santo Padre, a
ejemplo de Cristo, sea mensajera de esperanza y, signo creíble
de la salvación que Dios hace hoy a todos los hombres. Oremos.
Para que surjan dentro
de la Iglesia y de la sociedad nuevas vocaciones al servicio del mundo
de la salud y de la enfermedad. Oremos.
Para que nuestra Iglesia Diocesana sea siempre un espacio donde se fomente
la unidad y concordia, y donde todos los marginados y excluidos encuentren
acogida y reconocimiento de su dignidad. Oremos.
Por quienes viven
entregados al servicio de los enfermos: comunidades parroquiales, sacerdotes,
religiosos y religiosas, familias, voluntarias y voluntarios, profesionales...,
para que, inspirándose en María Inmaculada, estén
atentos a todas las necesidades del hombre que sufre, sean servidores
de la misericordia y ofrezcan una asistencia integral a la medida de sus
situaciones. Oremos.
Por todos los que
sufren: por los que en estos momentos viven postrados en la cama de un
hospital, de una residencia o en su casa, por los niños maltratados,
por los excluidos de la sociedad, para que sientan cercano al Señor
de la Vida, les conserve en la fe y la esperanza y nosotros, con nuestra
cercanía y entrega, les ayudemos a encontrar sentido a su enfermedad.
Oremos.
Por la paz en el mundo,
para que el mundo sea la casa común de la humanidad, donde todos
encontremos los medios necesarios para vivir. Oremos.
Celebrante: Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los que lloran y fuerza
de los que sufren, lleguen a ti las súplicas de quienes te invocan
en su tribulación, para que sientan en sus adversidades la ayuda
de tu misericordia. Y a nosotros danos el corazón decidido del
buen samaritano. Por Cristo, nuestro Señor.
Coro…
Oración sobre
las ofrendas
Señor, escucha las plegarias y recibe las ofrendas
Que te presentan los fieles
en honor de santa María, siempre Virgen;
que sean agradables a tus ojos
y atraigan sobre el pueblo
tu protección y tu auxilio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio: LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA BRILLA COMO SIGNO DE SALUD
PARA LOS ENFERMOS
El Señor esté con ustedes
Y con tu espíritu.
Levantemos el Corazón
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al señor nuestro Dios
Es justo y necesario.
En verdad, es justo
darte gracias
y deber nuestro glorificarte, Padre santo.
Porque la santa Virgen
María,
participando de modo admirable en el misterio del dolor,
brilla como señal de salvación y de celestial esperanza
para los enfermos que invocan su protección;
y a todos los que la contemplan,
les ofrece el ejemplo de aceptar tu voluntad
y de configurarse más plenamente con Cristo.
El cual, por su amor
hacia nosotros,
soportó nuestras enfermedades
y aguantó nuestros dolores.
Por Él,
los ángeles y los arcángeles
y todos los coros celestiales
celebran tu gloria,
unidos en común alegría.
Permítenos
asociarnos a sus voces,
cantando humildemente tu alabanza:
Coro: Santo, Santo, Santo…
Consagración…
Coro… Paz y cordero de Dios.
Comunión…
Coro…
Oración después de la comunión
Hemos recibido gozosos, Señor, el sacramento que nos salva, el
Cuerpo y la Sangre de tu Unigénito, en la celebración de
su Madre, la bienaventurada Virgen María; que Él nos conceda
los dones de la vida temporal y de la eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Despedida: Al finalizar la Eucaristía se nos envía personalmente
y en Comunidad a ser testigos de lo que hemos celebrado: a proclamar con
nuestra vida que en Cristo se ha restablecido la armonía entre
Dios y la humanidad. Seamos una Iglesia que acoge y dignifica, que enseña
el arte de vivir, de enfermar, de sanar, de sufrir y de morir. Una Iglesia
que ofrece a todos la misma salud de Cristo.
Bendición.
Coro…
Oración de todos los días
Señor,
te encomendamos a los enfermos
del mundo entero, a los enfermos
de nuestra comunidad y a cuantos enfermos
anónimos sufren en este momento.
Acompáñales en su camino.
Acoge sus quejas.
Escucha sus súplicas.
Mitiga sus dolores,
su angustia y su cansancio.
Infúndeles aliento en sus luchas.
Confórtalos en la prueba.
Reanima su esperanza.
Sana sus heridas.
Aviva su confianza en Dios, su Padre y nuestro Padre.
Hazles sentirse queridos por los suyos,
pues será su mejor medicina.
Alegra sus corazones.
Llena sus vidas de amor y de sentido.
Descúbreles el valor del sufrimiento con amor.
Hazles evangelizadores de los sanos
y los grandes bienhechores de la humanidad.
Dales tu paz y tu salvación.
Bendícelos Señor. Amén.
Primer día (febrero 7, lunes)
“Con María queremos estar más cerca de los que están
más lejos”
¿Por qué el día del enfermo?
• Celebrar gozosamente la cercanía de la Virgen junto a los
más alejados.
• Hacer de este día un intenso encuentro de oración
y comunión entre sanos y enfermos.
• Encontrar pistas y orientaciones, a la luz del Evangelio, que
nos ayuden a estar más cerca de los que están lejos.
• Sensibilizar a todos los cristianos sobre la necesidad de salir
al encuentro de los que están necesitados de salud y alejados de
la Comunidad a fin de revelar el rostro de una Iglesia misericordiosa
que opta por el hombre concreto.
• Concienciar a la sociedad civil sobre la necesidad de asegurar
una mejor y más humana asistencia a todos los enfermos de cualquier
clase y condición, especialmente a los “excluidos”.
LOS QUE ESTÁN LEJOS
Cuando Pedro anuncia el mensaje central cristiano, dice que la experiencia
de fe es para ustedes y sus hijos y también para todos los que
están lejos, para cuantos llame el Señor (Hch 2,34). Ahora
bien, ¿quiénes son los que están lejos? ¿En
qué situación se encuentran? Es importante hacer un buen
diagnóstico para poder aplicar el remedio adecuado. De otro modo,
caemos en el viejo error que denunciaron los profetas: Curáis a
la ligera las heridas de mi pueblo (Jr 6,14).
Algunas pistas
Por supuesto, se trata de un fenómeno complejo y las posiciones
son muy diversas. El concilio Vaticano II da algunas pistas, reconociendo
que los propios creyentes pueden velar más que revelar “el
genuino rostro de Dios y de la religión” (GS 19). Pues bien,
están lejos:
• Quienes niegan expresamente a Dios o quienes no sienten inquietud
religiosa alguna
• Quienes rechazan a Dios ante la existencia del mal en el mundo
• Quienes no encuentran respuestas atractivas en la Iglesia y, por
eso, acuden a otros cultos.
• Quienes se sienten católicos, pero no siempre miembros
de la Iglesia (NA 77)
La mejor manera de
acercarnos a los que están lejos es hacer lo que hizo Jesús,
enseñar y curar: recorría Jesús toda Galilea, enseñando
en sus sinagogas, proclamando la buena nueva del reino y curando toda
enfermedad y dolencia (Mt 4,23). La curación es una señal
del Evangelio, que es percibida de cerca y de lejos.
La experiencia del Evangelio (de una forma especial, la misión
de curar) acerca a los que están lejos. Derriba el muro que separa
a unos y otros: judíos y gentiles, practicantes y alejados. De
los dos pueblos hace una sola cosa. Reconcilia a los dos pueblos con Dios
y entre sí. Cristo es nuestro paz. El trajo la noticia de la paz,
paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca (Ef 2,17).
Dios da respuestas al dolor movilizando los recursos de la sociedad humana
y de la comunidad cristiana. Los múltiples desafíos del
dolor son una llamada a aunar las fuerzas de todos, porque somos miembros
los unos de los otros: Hay muchos miembros, pero un solo cuerpo (1 Co
12, 20). Esto se dice de la comunidad cristiana, pero puede extenderse
a toda la humanidad. El mundo es la casa de todos, todos somos hermanos,
Dios es nuestro Padre.
Sin embargo, suele suceder que el miedo y los prejuicios prevalecen y
permiten que se deje al margen, como leprosos de nuestro tiempo (Lc 17,12),
a los afectados por el sida, a los moribundos, a los enfermos mentales,
a los cancerosos, a los ancianos abandonados y a otros enfermos, porque
su presencia recuerda lo provisional y caduco de la condición humana.
La cultura occidental, inmersa en el hedonismo, en el afán del
dinero y del éxito, en la promoción de valores como la juventud,
la belleza y la salud, flaquea ante el reto de vivir sanamente el sufrimiento
y afrontar serenamente la presencia de la enfermedad y la muerte.
Raúl Follereau, que abandonó una vida cómoda en Europa
para dedicarse completamente a los leprosos de África, se hizo
portavoz con sus escritos y especialmente con su conducta de la necesidad
de liberarse de sí mismo para comprender la angustia de los demás:
“Enséñanos, Señor, a no amarnos a nosotros
mismos, a no amar sólo a los nuestros, a no amar sólo a
los que amamos. Enséñanos a pensar en los demás y
a amar en primer lugar a los que nadie ama. Señor, haz que sepamos
sufrir por el sufrimiento de los demás”
Segundo día:
(8 de febrero)
El mundo del sufrimiento nos pone en contacto con el mundo de los recursos
humanos, de las estructuras sanitarias, de las casas de acogida, a las
que se ha encomendado la misión de asistir y curar. Forman ese
mundo tantos profesionales que, a través de sus diversas competencias,
tratan de aliviar el dolor humano. Ese mundo está hoy caracterizado
de manera especial por el voluntariado comprometido en el frente de la
solidaridad y la gratuidad que trata de humanizar el mundo de la salud
y de la enfermedad.
ESTAR CERCA DE LOS ALEJADOS
Todos los que formamos la comunidad, humana o cristiana, podemos convertirnos
en mediadores de salud y contribuir, con nuestro apoyo, a aliviar a quien
se siente probado por la tribulación. Cada uno de nosotros tiene
la oportunidad de vivir la parábola del samaritano (Lc 10,29-37),
acercándose y ayudando al herido que cayó en manos de los
bandidos. La Iglesia ha de ser comunidad que cura, “casa de salud”
que acoge y dignifica, que enseña a vivir sanamente el sufrimiento,
que propone modelos saludables de vida, que se acerca a los que están
lejos, que ofrece a todos la misma salud de Cristo.
Nos ilumina en nuestro camino la figura de la Virgen María, la
“Inmaculada” en sus múltiples advocaciones. Ella se
manifiesta siempre buscando a todos, pero especialmente a los más
alejados. Los relatos acerca de las “escapadas” de la imagen
de la Virgen de Luján de su primera “casa” para ir
a visitar otros ranchos, y atestiguada por los “cardos” que
aparecían en su manto, son un testimonio de esto. La Iglesia misma
reconoce que a lo largo de la historia y aún hoy, muchos sectores
que han carecido de la asistencia pastoral adecuada han mantenido la fe
gracias a la devoción mariana (cfr. Puebla 284).
Los enfermos en la parroquia una prioridad
Cada 11 de febrero se dedica a la celebración de la Jornada mundial
del enfermo, día en que se conmemora la aparición de Nuestra
Señora de Lourdes, un momento de intensa oración y meditación
por quienes sufren y padecen el dolor que inevitablemente causa la enfermedad.
La fecha, promovida en el mundo por el Vaticano y en nuestro país
por la Conferencia Episcopal, es una oportunidad para expresar además,
gratitud y aprecio al personal de salud comprometido con la atención
de quienes por diferentes circunstancias, sufren de alguna dolencia, dedicando
sus mejores esfuerzos a restablecer la salud en estas personas.
Mensaje Mundial del Papa en la jornada del enfermo
En 2005, a diez años de distancia, África acogerá
nuevamente las celebraciones principales de la Jornada mundial del enfermo,
que tendrán lugar en el santuario de María Reina de los
Apóstoles, en Yaundé, Camerún. Esta elección
ofrecerá la oportunidad de manifestar una solidaridad concreta
a las poblaciones de ese continente, probadas por graves carencias sanitarias.
Así, se dará un paso más en la actuación del
compromiso que, hace diez años, los cristianos de África
asumieron durante la tercera Jornada mundial del enfermo, es decir, el
de ser "buenos samaritanos" de los hermanos y las hermanas en
dificultad.
En efecto, en la exhortación postsinodal Ecclesia in Africa, recogiendo
las observaciones de muchos padres sinodales, escribí que "el
África de hoy se puede comparar con aquel hombre que bajaba de
Jerusalén a Jericó; cayó en manos de salteadores
que lo despojaron, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio
muerto (cf. Lc 10, 30-37)". Y añadí que "África
es un continente en el que innumerables seres humanos, hombres y mujeres,
niños y jóvenes, están tendidos, de algún
modo, al borde del camino, enfermos, heridos, indefensos, marginados y
abandonados. Tienen necesidad imperiosa de buenos samaritanos que vengan
en su ayuda" (n. 41: AAS 88 [1996] 27).
2. La Jornada mundial
del enfermo tiene, asimismo, como objetivo promover la reflexión
sobre la noción de salud, que en su acepción más
completa alude también a una situación de armonía
del ser humano consigo mismo y con el mundo que lo rodea. Ahora bien,
África expresa precisamente esta visión de modo muy rico
en su tradición cultural, como lo testimonian las numerosas manifestaciones
artísticas, tanto civiles como religiosas, llenas de alegría,
de ritmo y de musicalidad.
Pero, por desgracia, esta armonía se ve hoy fuertemente turbada.
Muchas enfermedades devastan el continente y, entre todas, en particular
el azote del sida, "que siembra dolor y muerte en numerosas zonas
de África" (ib., 116). Los conflictos y las guerras, que afectan
a no pocas regiones africanas, hacen más difíciles las intervenciones
encaminadas a prevenir y curar esas enfermedades. En los campos de prófugos
y refugiados se encuentran a menudo personas privadas incluso de los víveres
indispensables para la supervivencia.
Exhorto, a los que tienen la posibilidad, a comprometerse a fondo, sin
cesar, para poner fin a semejantes tragedias (cf. ib., 117). Asimismo,
recuerdo a los responsables del comercio de armas lo que escribí
en aquel documento: "Los que alimentan las guerras en África
mediante el tráfico de armas son cómplices de odiosos crímenes
contra la humanidad" (ib., 118).
3. Por lo que respecta al drama del sida, ya he subrayado en otras circunstancias
que se presenta también como una "patología del espíritu".
Para combatirla de modo responsable, es preciso aumentar su prevención
mediante la educación en el respeto del valor sagrado de la vida
y la formación en la práctica correcta de la sexualidad.
En efecto, aunque son numerosas las infecciones que se transmiten por
contagio a través de la sangre especialmente durante la gestación
-infecciones que hay que combatir con todo empeño-, mucho más
numerosas son las que se producen por vía sexual, y que pueden
evitarse sobre todo con una conducta responsable y la observancia de la
virtud de la castidad.
Los obispos que participaron en el mencionado Sínodo para África
de 1994, refiriéndose al influjo que los comportamientos sexuales
irresponsables tienen en la difusión de la enfermedad, formularon
una recomendación que quisiera volver a proponer aquí: "El
afecto, la alegría, la felicidad y la paz que proporcionan el matrimonio
cristiano y la fidelidad, así como la seguridad que da la castidad,
deben ser siempre presentados a los fieles, sobre todo a los jóvenes"
(ib., 116).
4. En la lucha contra el sida todos deben sentirse implicados. Corresponde
a los gobernantes y a las autoridades civiles proporcionar, sobre este
tema, informaciones claras y correctas al servicio de los ciudadanos,
así como dedicar recursos suficientes a la educación de
los jóvenes y al cuidado de la salud. Aliento a los organismos
internacionales a promover, en este campo, iniciativas inspiradas en la
sabiduría y en la solidaridad, buscando siempre defender la dignidad
humana y tutelar el derecho inviolable a la vida.
Merecen nuestra felicitación las industrias farmacéuticas
que se comprometen a mantener bajos los precios de los medicamentos necesarios
para la curación del sida. Ciertamente, hacen falta recursos económicos
para la investigación científica en el campo sanitario,
y también resultan necesarios otros recursos para comercializar
los medicamentos descubiertos, pero ante emergencias como la del sida,
la salvaguardia de la vida humana debe anteponerse a cualquier otra valoración.
A los agentes pastorales les pido que "ofrezcan a los hermanos y
hermanas afectados por el sida todo el alivio posible, moral y espiritual.
A los hombres de ciencia y a los responsables políticos de todo
el mundo suplico con viva insistencia que, movidos por el amor y el respeto
que se deben a toda persona humana, no escatimen medios capaces de poner
fin a este azote" (ib.).
En particular, quisiera recordar aquí con admiración a los
numerosos profesionales de la salud, a los asistentes religiosos y a los
voluntarios que, como buenos samaritanos, gastan su vida junto a las víctimas
del sida y cuidan de sus familiares. A este propósito, es valioso
el servicio que prestan miles de instituciones sanitarias católicas
socorriendo, a veces de modo heroico, a cuantos en África están
afectados por todo tipo de enfermedades, especialmente el sida, la malaria
y la tuberculosis.
Durante los últimos años he podido constatar que mis exhortaciones
en favor de las víctimas del sida no han sido vanas. He comprobado
con satisfacción que diversos países e instituciones han
sostenido, coordinando los esfuerzos, campañas concretas de prevención
y asistencia a los enfermos.
5. Me dirijo ahora, de manera especial, a vosotros, queridos hermanos
obispos de las Conferencias episcopales de los demás continentes,
para que os unáis generosamente a los pastores de África
a fin de afrontar eficazmente esta y otras emergencias. El Consejo pontificio
para la pastoral de la salud dará, como lo ha hecho en el pasado,
su contribución para coordinar y promover esa cooperación,
solicitando la aportación concreta de todas las Conferencias episcopales.
La atención de la Iglesia a los problemas de África no está
motivada sólo por razones de compasión filantrópica
hacia el hombre necesitado; está estimulada también por
la adhesión a Cristo redentor, cuyo rostro reconoce en los rasgos
de toda persona que sufre. Por tanto, es la fe lo que la impulsa a comprometerse
a fondo en la curación de los enfermos, como lo ha hecho siempre
a lo largo de la historia. Es la esperanza lo que la capacita para perseverar
en esta misión, a pesar de los obstáculos de todo tipo que
encuentra. Por último, es la caridad la que le sugiere el enfoque
correcto de las diversas situaciones, permitiéndole percibir las
peculiaridades de cada una y afrontarlas.
Con esta actitud de profunda comunión, la Iglesia sale al encuentro
de los heridos de la vida, para ofrecerles el amor de Cristo mediante
las numerosas formas de ayuda que la "creatividad de la caridad"
(Novo millennio ineunte, 50) le sugiere para socorrerlos. A cada uno le
repite: ¡Ánimo! Dios no te ha olvidado. Cristo sufre contigo.
Y tú, ofreciendo tus sufrimientos, puedes colaborar con él
en la redención del mundo.
6. La celebración anual de la Jornada mundial del enfermo brinda
a todos la posibilidad de comprender mejor la importancia de la pastoral
de la salud. En nuestra época, marcada por una cultura impregnada
de secularismo, a veces se tiene la tentación de no valorar plenamente
este ámbito pastoral. Se piensa que son otros los campos donde
está en juego el destino del hombre. En cambio, precisamente en
el momento de la enfermedad, se siente con más urgencia la necesidad
de encontrar respuestas adecuadas a las cuestiones últimas relacionadas
con la vida del hombre: las cuestiones sobre el sentido del dolor, del
sufrimiento e incluso de la muerte, considerada no sólo como un
enigma que es preciso afrontar penosamente, sino también como misterio
en el que Cristo incorpora a sí nuestra existencia, abriéndola
a un nuevo y definitivo nacimiento para la vida que ya nunca terminará.
En Cristo está la esperanza de la verdadera y plena salud; la salvación
que él trae es la verdadera respuesta a los interrogantes últimos
del hombre. No existe contradicción entre la salud terrena y la
salud eterna, dado que el Señor murió por la salud integral
del hombre y de todos los hombres (cf. 1 P 1, 2-5; liturgia del Viernes
santo, Adoración de la cruz). La salvación constituye el
contenido final de la nueva alianza.
Por tanto, en la próxima Jornada mundial del enfermo queremos proclamar
la esperanza de la plena salud para África y para toda la humanidad,
comprometiéndonos a trabajar con mayor determinación al
servicio de esta gran causa.
7. En la página evangélica de las bienaventuranzas, el Señor
proclama: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados" (Mt 5, 5). La antinomia que parece existir entre el sufrimiento
y la alegría se supera gracias a la acción consoladora del
Espíritu Santo. Al configurarnos con el misterio de Cristo crucificado
y resucitado, el Espíritu nos abre desde ahora a la alegría
que llegará a su plenitud en el encuentro bienaventurado con el
Redentor. En realidad, el ser humano no aspira a un bienestar sólo
físico o espiritual, sino también a una "salud"
que se exprese en una armonía total con Dios, consigo mismo y con
la humanidad. A esta meta se llega sólo a través del misterio
de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
María santísima nos ofrece una anticipación elocuente
de esta realidad escatológica, especialmente a través de
los misterios de su Inmaculada Concepción y de su Asunción
al cielo. En ella, concebida sin ninguna sombra de pecado, es total la
disponibilidad tanto a la voluntad divina como al servicio de los hombres,
y, en consecuencia, es plena la armonía profunda de la que brota
la alegría.
Por tanto, con razón nos dirigimos a ella invocándola como
"Causa de nuestra alegría". La alegría que nos
da la Virgen es una alegría que permanece incluso en medio de las
pruebas. Sin embargo, pensando en el África dotada de inmensos
recursos humanos, culturales y religiosos, pero afligida también
por indecibles sufrimientos, aflora espontáneamente a los labios
una ferviente oración:
María, Virgen
Inmaculada,
Mujer del dolor y de la esperanza,
sé benigna con toda persona que sufre
y obtén a cada uno la plenitud de vida.
Dirige tu mirada materna
especialmente hacia los que en África
se encuentran más necesitados,
al estar afectados por el sida
o por alguna otra enfermedad mortal.
Mira a las madres
que lloran por sus hijos;
mira a los abuelos que carecen
de suficientes recursos
para sostener a sus nietos
que han quedado huérfanos.
Abraza a todos con
tu corazón de Madre.
Reina de África y del mundo entero,
Virgen santísima, ruega por nosotros.
Tercer día
(9 de febrero)
¿Dónde están los enfermos?
Hace unos años se consideraba normal: los enfermos están
en los hospitales.
De modo semejante, se consideraba normal que fueran atendidos desde el
punto de vista religioso por los capellanes de hospital. Sin embargo,
la realidad social y sanitaria ha cambiado mucho. Se han creado estructuras
de atención primaria y ambulatoria cada vez más numerosas,
complejas y extendidas, así como diversas formas de atención
a domicilio.
Ahora, la mayoría de los enfermos están en sus casas y es
desde la parroquia donde ellos y sus familias son o no son atendidos en
la dimensión religiosa.
Este cambio ha venido a plantear abiertamente la misión sanadora
de la comunidad parroquial. Asumir esta misión constituye una prioridad.
Hoy no se puede organizar la atención a los enfermos desde una
visión meramente hospitalaria, desconociendo la misión de
la comunidad cristiana en el campo de la salud y de la enfermedad. Urge
fundamentar esa misión en una nueva comprensión del Evangelio.
Y ofrecer recursos y pistas que ayuden a ofrecer en medio de la sociedad
el Evangelio de la salud.
Con este material
de educación en la fe pretendemos:
• Conocer la situación de los enfermos y sus familias.
• Sensibilizar a las comunidades parroquiales sobre su misión
sanadora hoy, al servicio del Evangelio de la salud.
• Promover la acción saludable de la comunidad parroquial
en el mundo de la salud y de la enfermedad.
Los destinatarios son los enfermos y sus familias, las comunidades parroquiales,
los organismos de promoción y decisión pastoral en las diócesis,
las congregaciones religiosas sanitarias, las congregaciones contemplativas,
las instituciones sociales y sanitarias, el personal sanitario especialmente
el de atención primaria, las instituciones docentes de la Iglesia
en el campo de la Pastoral.
La parroquia y los
enfermos
La relación de la parroquia con los enfermos necesita revisión.
La realidad actual es muy diversa: presenta luces y sombras, logros y
carencias.
En primer lugar, veamos algunos logros. Poco a poco, las parroquias van
tomando conciencia de su misión sanadora. En algunos lugares, constituye
una prioridad. Se van creando grupos organizados que quieren actualizar
los gestos de Jesús en el servicio a los enfermos. Se considera
necesaria la formación continua: no basta la buena voluntad. Resulta
muy indicada la presencia de aquellos que por su profesión aseguran
al grupo un estilo de discreción y de saber hacer, una competencia.
El acompañamiento y la atención a las familias de los enfermos
va tomando importancia: la familia también cuenta. Desde las parroquias
de hace un seguimiento de los enfermos ingresados en hospital. La acción
de la comunidad cristiana no se reduce a los sacramentos. Muchos enfermos
necesitan recibir antes la palabra de Dios, que llega de muchas maneras.
El servicio de llevar la comunión a los enfermos va siendo asumido
por los seglares, que lo hacen como prolongación de la eucaristía
dominical. Se da una preocupación por incluir una educación
sobre el dolor, la enfermedad y la muerte en los programas de catequesis.
Hay un mayor compromiso en la lucha por la defensa de los derechos de
los enfermos.
"En el ambiente parroquial ya no es sólo el trabajo del sacerdote
que tradicionalmente ha cuidado de los enfermos de la parroquia, sino
que son grupos de seglares, religiosas, quienes en nombre de toda la comunidad
parroquial están realizando esta acción pastoral" (J.
Osés).
Se constatan también lagunas, dificultades e interrogantes. He
aquí algunas lagunas. Se constata falta de integración de
los enfermos en la parroquia, así como una adecuada catequesis
parroquial sobre la salud, la enfermedad y la muerte; urge encontrar un
cauce a través del cual un número mayor de profesionales
sanitarios cristianos sirvan a este sector; urge atraer a los jóvenes
al compromiso adecuado a su inventiva y generosidad.
Veamos algunas dificultades. Pastores y responsables laicos no acaban
de ver la necesidad de atender el campo de la salud con una organización
específica. Hay equipos parroquiales que, centrándose en
lo de siempre, parecen anquilosados y cerrados a nuevos aires y nuevas
tareas. ¿Ser necesario recordar que la unción de enfermos
no es la extremaunción que se administra a los moribundos, sino
el sacramento que ayuda a los enfermos a vivir su situación? Finalmente,
como se ha reconocido a diversos niveles, de hecho, no pocas parroquias
por diversas razones están lejos de constituir una verdadera comunidad
cristiana.
Aparecen estos interrogantes: ¿cuál es el papel de la comunidad
cristiana en relación a los enfermos? ¿Cómo asume
la parroquia su misión sanadora? ¿Entra en diálogo
con las instituciones que promueven la salud? ¿Contacta con asociaciones
de enfermos y familiares?
En cualquier caso, es fundamental acercarnos a la realidad. Nos puede
ayudar a tomar conciencia de la misma el siguiente cuestionario:
- Conocemos a los enfermos de nuestra comunidad
- Conocemos su situación concreta y la de sus familias
- Sienten la ayuda y la compañía de la comunidad
- En la mayoría de los casos se visita a los enfermos
- La visita la hace el sacerdote
- Se reduce al rito
- Se queda en la mera asistencia, cuando la hacen los seglares
- Existe un grupo organizado
- Se difunde el testimonio evangelizador de los enfermos
- Se incluye en los programas de catequesis de la parroquia
- Se da una preocupación real por la defensa de los derechos del
enfermo
- Se conocen los problemas sociales y sanitarios de la zona
- La parroquia se relaciona con las instituciones que promueven la salud
- Se lleva la comunión a los enfermos
- Los enfermos participan de la vida de la comunidad
- No hay verdadera comunidad cristiana
- Los enfermos reciben el sacramento de la unción
- Se da al final
- La celebración comunitaria de la unción va ganando terreno
- La unción no es el sacramento de la tercera edad
- Los seglares participan en la misión de ungir a los enfermos
- Existe un voluntariado dedicado a los colectivos de enfermos desasistidos:
ancianos enfermos, crónicos, mentales, terminales, drogadictos,
SIDA.
Acto penitencial (10 de febrero)
Canto de entrada…
Monición: Entre nosotros hay muchas preguntas.
¿Dios verá con buenos ojos nuestra labor?
¿Sabrá Dios de nuestra obra?
Al llevar la paz de Dios a los enfermos. ¿Tendremos nosotros la
paz también?
Dejemos, pues, que el Señor de la alegría y el perdón
nos hable.
Canto…
Otra voz: Para empezar, una cosa es importante. Jesús no desarrolla
ningún discurso sobre la salud. Tampoco es médico. Sin embargo,
su vida y su acción generan salud tanto a nivel físico como
a otros niveles: emocional, social, mental, religioso. La terapia que
Jesús pone en marcha es su propia persona.
Lectura…
Efesios 4:17-25 Esto pues digo, y requiero en el Señor, que no
andéis más como los otros Gentiles, que andan en la vanidad
de su sentido. Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida
de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón:
Los cuales después que perdieron el sentido de la conciencia, se
entregaron á la desvergüenza para cometer con avidez toda
suerte de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así
á Cristo: Si empero lo habéis oído, y habéis
sido por él enseñados, como la verdad está en Jesús,
A que dejéis, cuanto á la pasada manera de vivir; el viejo
hombre que está viciado conforme á los deseos de error;
Y á renovarnos en el espíritu de vuestra mente, Y vestir
el nuevo hombre que es criado conforme á Dios en justicia y en
santidad de verdad. Por lo cual, dejada la mentira, hablad verdad cada
uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.
Palabra de Dios.
Otra voz: Es el camino,
la verdad y la vida (Jn 14,6). Además, para evitar reducciones,
el acento no ha de ponerse únicamente en la situación de
enfermedad sino en la nueva salud que Jesús ofrece a todos, sanos
y enfermos, jóvenes y mayores: él viene para que tengan
vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10). La salud que Jesús ofrece
se sitúa dentro de un itinerario: comienza por la salud física,
pero no se detiene ahí. Alcanza al hombre entero en todas sus dimensiones.
Plegarias:
Por los pecados de pensamiento… Señor ten piedad
Por los pecados de palabra… Cristo ten piedad
Por los pecados de obra… Señor ten piedad
Todos: Yo confieso…
Ahora cada uno vaya haciendo su examen de conciencia y se acerca al sacramento
de la confesión.
Padrenuestro…
Ave María… |