SS Juan Pablo II nos habla sobre nuestra relación filial 
          con la Sta. Virgen
          "Desde entonces el discípulo la tuvo en su casa". ¿Se 
          puede decir lo mismo de nosotros? ¿Tenemos a María en 
          nuestra casa? Lo cierto es que deberíamos abrirle de par en par 
          la casa de nuestra vida, de nuestra fe, de nuestros afectos y de nuestras 
          ilusiones, reconocerle su papel de Madre, es decir, una función 
          de guía, de consejera, de animadora o incluso de silenciosa presencia, 
          que por sí sola basta a veces para infundir fuerza y valor.... 
          Los primeros discípulos, después de la Ascensión 
          de Jesús, estaban reunidos "con María, la Madre de 
          Jesús". En la comunidad que ellos formaban estaba también 
          ella; más aún, posiblemente era ella quien les daba cohesión.
          El hecho de que se le denomine ahora "la Madre de Jesús" 
          pone de manifiesto hasta qué punto se la vinculaba con la figura 
          de su Hijo: manifiesta, pues, que María remite siempre y sólo 
          al valor salvífico de la obra de Jesús, nuestro único 
          Salvador, y, por otro lado, muestra también que creer en Jesucristo 
          no puede eximirnos de incluir en nuestro acto de fe la figura de aquella 
          mujer que es su Madre. "Esta es tu Madre": que cada uno sienta 
          que estas palabras se dirigen personalmente a él mismo y obtenga 
          así seguridad y fuerza para mantener un camino cada vez más 
          firme y sereno en el compromiso de su vida.