"El Rosario es mi oración preferida. Oración maravillosa 
          en su sencillez y en su profundidad. En esta oración repetimos 
          muchas veces las palabras que la Virgen María escuchó 
          de boca del ángel y de su prima Isabel. A estas palabras se asocia 
          toda la Iglesia. 
          Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, una oración-comentario 
          del último capítulo de la Constitución "Lumen 
          Gentium" del Vaticano II, capítulo que trata de la admirable 
          presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. 
          Sobre el fondo de las palabras "Dios te salve, María", 
          pasan ante los ojos del que las reza los principales episodios de la 
          vida de Cristo, con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, que 
          nos hacen entrar en comunión con Cristo, podríamos decir, 
          a través del corazón de su Madre. 
          Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos 
          los hechos que componen la vida de cada individuo, de cada familia, 
          de cada nación, de la Iglesia y de la humanidad: los acontecimientos 
          personales y los del prójimo y, de modo particular, de los que 
          más queremos. Así, la sencilla oración del Rosario 
          late al ritmo de la vida humana". 
          S.S. Juan Pablo II