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8. La muerte
Pensemos primero sobre la muerte. Puede servir considerar la reacción de la mayoría de las personas ante la muerte de un ser querido. El sufrimiento es grande y puede ser uno de los más agudos que se experimentan en esta vida. Saber que nunca más se va a ver en esta vida al difunto querido es doloroso. El enterramiento es una realidad que deja perplejo. Realmente la muerte es una pena, un castigo, difícil de entender y asimilar. Decir que: ¡es la vida!, es como no decir nada. El espectáculo del reparto de las pertenencias del que acaba de morir -que nada material se lleva- es, en ocasiones, macabro, y no son infrecuentes las disensiones entre los vivos, como si ellos mismos no fuesen a pasar por el mismo trance.
"Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre". En un sentido, la muerte corporal es natural, pero por la fe sabemos que realmente es "salario del pecado" (Catecismo 1006).
Por otra parte, “la muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida.
La Iglesia insiste en que “la muerte es consecuencia del pecado. La muerte entró en el mundo a causa del pecado del hombre. Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir. Por tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador, y entró en el mundo como consecuencia del pecado. "La muerte temporal de la cual el hombre se habría liberado si no hubiera pecado" (GS 18)
La Redención afecta a la muerte y a su sentido en la vida de los hombres, pues “la muerte fue transformada por Cristo. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió también la muerte, propia de la condición humana”(Catecismo 1009) “Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo"(ibid. 1010).”En la muerte Dios llama al hombre hacia Sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo: "Deseo partir y estar con Cristo" (Ibid. 1011)
Por otra parte no hay dos, ni muchas vidas, ni esa tortura de la reencarnación que lo único que podría hacer es retrasar el problema y agravar los problemas sociales.”La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena", ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez". No hay "reencarnación" después de la muerte.”(Catecismo1013).
Sabemos que “por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día”(Catecismo 1016).
Nadie ha vencido a la muerte. Ningún médico, ni ningún avance científico puede hacerlo. Pero Cristo venció a la muerte y resucitó. “Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación” (Catecismo 1019).
Después de Cristo la muerte ya no es una puerta que se cierra en el absurdo, sino una puerta que se abre a la vida eterna.

“Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios"
San Agustín


"Cada uno se presentará ante el tribunal de Dios para
darle cuenta de lo que ha hecho, de lo bueno y de lo malo”

Santa Biblia

Repetimos, para la Iglesia la muerte no es el final, sino el encuentro definitivo con el Creador. Por eso hay que hablar de las tres Iglesias.
1. Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos el 1ero de noviembre).
2. Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal.
3. Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.
El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los católicos del mundo, y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:
1ª. - Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma. (1030).
2ª. - La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).
3ª. - La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. De los Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados". (2Mac. 12, 46).
4ª. - La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos. (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").
5ª. - San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

De San Gregorio se narran dos hechos interesantes:
El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños para darle las gracias, porque por esas misas había logrado salir del purgatorio.
El segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió:
"Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio".
Desde tiempos de San Gregorio (año 600), se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas. A San Agustín le preguntaron: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?"
El gran Santo, San Agustín, le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

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