Desde siempre se
hacen esfuerzos por mantener la vida. Pero somos conscientes que pocos
se liberan de la enfermedad y todos esperamos la muerte.
Nos preguntamos: ¿Por qué la muerte? ¿Por qué
tanto dolor? La respuesta es que Dios nos espera en otra victoria, la
de aquellos, a imagen de Cristo, “Varón de dolores”
sufren con paciencia y enfrentan la muerte con esperanza. Por eso los
católicos contamos con el Sacramento de la Unción de los
Enfermos y el Viático. Remedios espirituales que fortalecen y
acompañan. Muy necesarios porque ante el sufrimiento nos sentimos
impotentes.
Son muchos los que se desesperan y pierden la noción de la esperanza
para culpar a Dios de todo ese dolor. También es el momento para
olvidar las diferencias y acortar las lejanías. Por eso el vecino
que nuca saludó, el familiar que nunca se reportó aparecen
junto a los telegramas, coronas, acuerdos para dar paso a los milagros
de la muerte. Milagros que se observa la compañía, la
solidaridad, la oración y hasta la ayuda económica. Se
observan unos sucesos que llaman mucho la atención. El hijo pendenciero,
borracho y jugador se transforma; la hija descarriada y alocada endereza
sus pasos; la familia dividida por los chismes y problemas se une, se
abraza y fomenta la paz. Pero mucho cuidado que ante la muerte de la
madre se acabe la unidad del hogar. A la muerte del padre se termine
el respeto por la casa. O se den rienda suelta a las peleas por la herencia.
Algunas recomendaciones:
• Todo enfermo debe ser atendido por la Pastoral de la Salud que
funciona en la parroquia donde se vive. Si muere sin esta atención
hay que avisar al sacerdote para que se dispongan oraciones por el difunto.
• Las lágrimas se evaporan. Las flores se marchitan. Los
abrazos de condolencias son parte del formulismo convencional que terminan
en el cementerio. La Oración es la presencia del que siente con
amor la ausencia del que partió. Es el mejor regalo de uno que
está vivo para uno que ha partido. Es una oración llena
de confianza y esperanza. Es muy de nosotros rezar el santo Rosario.
• Nada tiene que ver las mesas para juegos o las bebidas alcohólicas.
El velorio es para recordar al que partió y momento para la oración.
• La familia dispone de llevar el cadáver al templo o de
que el sacerdote vaya la casa para hacer las oraciones propias. Luego
con respeto se lleva al cementerio con respeto y no confundirlo con
un desfile de chistes o de faltas de respeto a la memoria del difunto.
• Después del entierro, al otro días se inicia el
Novenario (9 días de oración en familia) Cuidado que nadie
venga a burlarse del difunto jugando o bebiendo. Al día nueve
se va al templo y se pide una misa por el eterno descanso del familiar
difunto.
• El color negro significa paciencia. Es una forma de querer decir
que habrá un tiempo para entender y guardar silencio para comprender
la separación.
"Para mi la vida es Cristo,
y una ganancia el morir" (san Pablo)