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Aprendiendo a envejecer con dignidad
en servicio a los demás

 
La tercera edad o la edad de los viejitos (as) nos debe llenar de orgullo y de una tremenda satisfacción.
 
4. Mensajes
 
Una sonrisa para un anciano Autor Padre Eliécer Sálesman  
Bienaventurados los que comprenden mi extraño paso al caminar y mis manos
torpes.
Bienaventurados los que saben que mis oídos tienen que esforzarse para comprender lo que oyen.
Bienaventurados los que comprenden que aunque mis ojos brillan, mi mente es lenta.
Bienaventurados los que con una dulce sonrisa me estimulan a intentar una vez más.
Bienaventurados los que nunca me recuerdan que he hecho dos veces la misma pregunta.
Bienaventurados los que me escuchan, pues yo también tengo algo qué decir.
Bienaventurados los que saben lo que siente mi corazón, aunque no pueda expresarlo.
Bienaventurados los que me respetan y me aman como soy y no como ellos quieran que fuera.
Bienaventurados los que me ayudan en mi peregrinar hacia la casa del Padre
Celestial.
 
La vejez es un logro
 
Hay mucho que mejorar. Una de las principales carencias es la formativa.
Nadie entendería que en una guardería trabajase gente sin una preparación específica. Sólo se cuenta con un 30% de geriatras en los hospitales; unidades de geriatría, camas, sólo existen en un 10%. Las residencias deberían favorecer la autonomía del paciente y ser centros abiertos integrados en el habitat urbano, pero los Ayuntamientos suelen ceder terrenos a las afueras. La falta de especialización dentro de las residencias públicas es otra realidad; en la mayoría, existe la clasificación de válidos, semiasistidos o asistidos, y el anciano es mucho más complejo.
En residencias pequeñas están todos mezclados; esto reduce la calidad en el terreno asistencial y psicosocial. La persona mayor debe estar cómoda, el trastorno depresivo es algo muy frecuente y casi normal al ingreso de un anciano en una residencia; más, si a este ingreso le sumamos un ambiente inadecuado.
La vejez no tiene por qué ser sinónimo de dependencia. La dependencia es la punta del iceberg; lo que la provoca es la enfermedad. En función de la prevención de la enfermedad y de las atenciones que reciba el anciano, la dependencia variará. Cuanto mayor dependencia, mayor riesgo de muerte, y cuanto mayor dependencia, mayor institucionalización. Si la persona ingresa en un centro con una unidad especializada de geriatría, tendrá más oportunidades de ser mejor atendida. Hoy existe deficit. Una mejora en esto disminuiría la dependencia y la necesidad de ingreso en residencias, y en muchos casos el riesgo de mortalidad.
La vejez se va a convertir en un problema, y la vejez es un logro.
Todos luchamos por llevar a viejos. Es preciso romper su aspecto peyorativo... Vivimos una situación social en la que el anciano está casi marginado, y la persona mayor, dependiente o no, puede ser muy útil en la sociedad en sus distintas esferas, y no sólo en el aspecto económico, sino en el creativo, en el aspecto de desarrollo personal.
Javier Gómez Pavon
Secretario General de la Sociedad Española de Geriatría y
Gerontología
 
Respuestas sociales
 
En los años setenta, consideramos el tema de la ancianidad y de las discapacidades que tenían ya los primeros casos serios, como consecuencia de la emigración o del alcoholismo.
Desde Cáritas tratamos de dar soluciones, pero el número de necesidades aumentaban y tuvimos que buscar una nueva situación jurídica para avanzar en la ayuda y cuidado de ancianos válidos y asistidos, alcohólicos, disminuidos físicos y psíquicos, mujeres maltratadas, grupos étnicos, pobres, etc.
Fue entonces, en enero de 1992, cuando nació la Fundación San Rosendo. Desde entonces, no ha hecho más que incrementar sus plazas asistenciales y su labor social, para dar respuesta a una demanda creciente, en una Galicia interior que, en muchos pueblos, supera con creces el 50% de población mayor de 65 años. En la actualidad, se han superado las sesenta residencias, y las demandas de los diferentes Ayuntamientos crecen.
Actualmente, llevamos a cabo una experiencia nueva con la puesta en marcha de apartamentos tutelados, dentro de las mismas residencias, para mayores válidos, lo que permite a las personas disfrutar de los servicios comunes manteniendo su independencia. Incluso a matrimonios en los que uno de los cónyuges es asistido les permiten incrementar su calidad de vida, al tiempo que, si el deterioro llega a ser importante, pueden pasar de válido a asistido sin cambiar de centro.
Las necesidades de las personas mayores, a la hora de acudir a una residencia, están muy relacionadas con su estado físico y mental. Los que pueden valerse buscan tranquilidad, compañía y un entorno cercano a la familia. Los asistidos físicos y psíquicos, la liberación de la familia, que muchas veces es incapaz, por espacio y trabajo, de dar respuesta a una nueva situación que se crea en el seno familiar.
Una vez dentro, el anciano demanda un envejecimiento saludable, tranquilo y con amor. Para ello estamos mejorando día a día la calidad asistencial, con un objetivo claro: proporcionar a nuestros mayores un envejecimiento saludable.
Los cuidadores, desde los médicos a la última persona que interviene en la cadena diaria de atención en nuestras casas, son una parte muy importante para incrementar la calidad asistencial con cariño, y prestando una atención especializada a cada una de las personas. Para ello, disponemos anualmente de formación continuada, y como complemento a los cursos de geriátrica que han de realizar obligatoriamente para acceder a los puestos de trabajo en nuestros centros.
La familia juega un papel muy importante en este colectivo; el contacto con ella les reconforta y les mantiene vivos emocionalmente; la visita de los hijos y los nietos son prioritarias y se da en la mayoría de los casos, pero no es menos cierto que prefieren seguir manteniendo su independencia y la posibilidad de decisión sin ningún tipo de interferencias, que tanto molestan a los mayores.
La soledad es uno de los principales problemas de las personas mayores.
Muchas acuden a centros asistenciales para evitarla, dado que en muchos casos termina por presentarse en forma de depresión y de aislamiento social.
Por eso es muy importante la ayuda de la familia, de los cuidadores y de la terapia de grupo, en busca de algo que hacer y compartir.
La espiritualidad de los ancianos, por su formación y por su necesidad psicológica, suele ser fuerte, por la tendencia del anciano a ser muy religioso.
Mantener esa espiritualidad en los centros les da tranquilidad, paz y una visión de la vida con mayor serenidad.
Benigno Moure Cortés
Sacerdote y Presidente de la Fundación San Rosendo
 
El abuelo
 
Yo quería hablar de la figura del abuelo. El mío, recientemente fallecido, me ha inspirado este sencillo comentario, en homenaje a todos los que son abuelos, y a los que gozan de tenerlo en la familia. En esta época de comunicaciones, móviles, Internet, televisión, cines..., apenas tenemos tiempo para pasar un rato en compañía de nuestros seres queridos. Entre éstos se encuentran los entrañables y sabios abuelos. Se están perdiendo las tertulias con el abuelo, la frase conocida como: Abuelito, cuéntame...
Me parece muy enriquecedor charlar con el abuelo, ya que con sus vivencias y experiencias aportan muchísimo, pueden inculcar educación y valores.
También historias y cultura. Es un lujo tenerlo, y un privilegio.
¡Qué pena!, ver a chavales que, por generación, les ha tocado vivir en la sociedad y época de las prisas, el estrés, la falta de valores...
Hablan mucho por el móvil y están conectados a la Red y enganchados a los programas de televisión.
¡Qué lástima!, no sacan tiempo para pasear con el abuelo o tomar un café con él. Aporta otros conocimientos; dudo mucho que ciertos programas de televisión, webs y el móvil le puedan dar esa sabiduría natural y generacional.
Creo que el abuelo es un libro abierto que hay en la familia, y a veces no se les hace ni caso; hasta el punto de caer en el olvido, en una triste residencia o asilo, y todo porque se abandonan a otras cosas, llámese gestiones, reuniones..., que la rutina de la sociedad ha implantado.
En fin, el que tenga abuelo, que aproveche a exprimirle en preguntas, porque algún día le echarán de menos.
Juan Mateos Santamaría
 
Bienaventurados...
 

Aquellos que comprenden mi paso vacilante y mi temblorosa mano;
...quienes tienen en cuenta el esfuerzo de mis oídos para captar lo que ellos hablan;
...los que descubren que mis ojos están ya muy nublados y que mis reacciones son lentas;
...cuantos desvíen su mirada con disimulo al ver que he derramado la taza de café sobre la mesa;
...los que, sonriendo, me conceden un rato para charlar cosas sin importancia;
...aquellos que nunca dicen: ¡Ya ha contado usted eso dos veces!
...los que saben arreglarse para traer a la conversación cosas pasadas;
...cuantos me hacen comprender que soy amado y que no estoy abandonado ni solo;
...los que comprenden lo que me cuesta encontrar fuerzas para llevar mi cruz;
...los que me facilitan el paso final hacia la Patria con amabilidad y buenas formas.

 
   

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