| 22/10/04 | |
| ¿Votar, 
        abstenerse, retirarse o qué?   | |
| Iván 
        Olaizola D’Alessandro  | |
| Pensamos 
        que cada día que se pasa con este gobierno las decisiones a tomar 
        por prte de la oposición se hacen muchísimo más difíciles. 
        Es cierto que se vive un proceso inédito y por tanto no se tiene 
        experiencia alguna sobre él. Además la dirigencia política 
        actual, con poquísimas excepciones, no ha tenido el fogueo de otras 
        generaciones de líderes; se están formando sobre la marcha. 
        Cierto es que la cultura democrática adquirida durante casi medio 
        siglo, como le ha ocurrido a casi toda nuestra sociedad, los ha hecho 
        ser ciegos practicantes de esas reglas de juego. La ortodoxia política 
        señala que a un gobierno democrático se le hace oposición 
        en la calle, en el parlamento, en los medios de comunicación y 
        la principal arma para vencerlo es el voto. Y eso es lo que la oposición 
        y la inmensa mayoría de la sociedad civil ha hecho para combatir 
        al régimen del teniente coronel Chávez desde sus comienzos. 
        Han sido casi seis años, sobre todo durante los últimos 
        cuatro años, que se han ensayado todas las vías democráticas 
        para tratar de salir del régimen. Pensamos que en todos esos intentos 
        se ha salido mal y solo se ha logrado su afianzamiento. Y las consecuencias 
        han sido la desesperación, desesperanza, rabia, resignación, 
        desunión y demás estados anímicos que nos colocan 
        siempre en desventaja. Igualmente cierto es que el régimen ha usado 
        las elecciones como mascarada democrática para salirse de las situaciones 
        difíciles. Y ya sabemos como han sido los procesos electorales 
        que ha propiciado a partir de 1999. Con sus propias reglas y con sus propios 
        árbitros. Se hace como ellos dicen y como ellos quieren.  
 Pues bien, ahora estamos a solo una semana de otro de esos procesos electorales planificados y organizados según el criterio del régimen o mejor dicho del teniente coronel. Y en esta oportunidad con la experiencia del fraude consumado el 15 de agosto, una joya de alta tecnología, propia de mejores causas, se supone que los designios del comandante en jefe se verán cumplidos. Y entones, a los que creemos en las reglas de la democracia se nos plantea la gran decisión. Ir a votar a sabiendas que ya todo está preparado y seguir legitimando este proceso. No ir a votar y dejar que todos los espacios de poder, a todos los niveles, pasen a ser controlados totalmente por los “revolucionarios”. Presionar para que todos los candidatos de la oposición retiren sus postulaciones y a los partidos políticos para que den la línea a su militancia de abstenerse. Estas serían las tres posibilidades democráticas que se tienen a la vista. Cada una de ellas con sus bondades y sus debilidades. Hay argumentos suficientes y de peso para sostenerlas. Votar es un derecho constitucional y un deber de los ciudadanos demócratas, es la mejor arma de cambiar las cosas. Abstenerse es una forma de protesta también democrática, es una vía de lucha para decirle al país y al mundo que no cree en las reglas que impone el gobierno a través de su CNE y que hay una débil gobernabilidad. El retiro de todos los candidatos sería un golpe duro para el proceso, tanto interna como internacionalmente. Se deslegitimaría o por lo menos se pondría en duda su legitimidad. Como se puede ver, dentro del esquema democrático hay alternativas a cual más difícil y compleja. 
 Pero hay una consideración que nos viene rondando la cabeza, desde hace ya cierto tiempo, y que nos resistimos a considerar seriamente. Si este régimen no es democrático y solo usa algunas de sus reglas para propio beneficio y a su libre albedrío y enmascarar sus verdaderas intensiones; si violenta todo el estado de derecho e irrespeta y se burla de las normas y disposiciones de los procesos eleccionarios; si desde la propia jefatura del poder ejecutivo se dispone todo lo que deba ocurrir y hacerse en todos los otros poderes. Si en definitiva creemos que este gobierno no es un gobierno democrático y que indiferentemente de que su origen haya sido legítimo, nos esta conduciendo indefectiblemente a un totalitarismo, no importa de cual signo, entonces se deberían considerar otras alternativas para salir de esta situación. Y se nos ocurre pensar que la vía electoral no pareciese, precisamente, la más eficiente e idónea para resolver el problema. Claro, insisto, eso si estamos bien claros que esta revolución nos lleva por senderos muy lejanos del sendero democrático. Pero si no lo creemos así, si creemos que esto es sólo un gobierno malo, ineficiente, corrupto e incapaz, entonces debemos considerar las alternativas planteadas arriba y asumir las consecuencias. Es decir ir a votar, abstenerse o solicitar el retiro de los candidatos. Pero, por favor, si los resultados no son los que ingenuamente esperamos, no gritar fraude el primero de noviembre. Simple la decisión, no les parece. 
 Iolaizola@cantv.net | |
| 
 | |