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15/04/05
¿Les recuerda esto algo que hemos vivido?
Iván Olaizola D’Alessandro
 

A mis compañeros del equipo de básquet

de la UC, de 1960

Recuerdo que una vez, hace ya mucho tiempo, cuando estudiaba ingeniería en la Universidad de Carabobo y siendo jugador del equipo de básquetbol de la universidad, fuimos a realizar un juego amistoso contra la selección de un estado vecino. Eran tiempos de la furia del baloncesto en el país, y jugar contra, y ganarle, a un equipo de Carabobo era lo máximo. El juego se iba a realizar a partir de las 7 de la noche, así que salimos de Valencia temprano para poder practicar antes del juego. En vez de irme en el autobús de la universidad me fui con mi mamá, ya que ella, siendo oriunda del pueblo a donde íbamos a realizar el juego, quiso aprovechar el viaje para visitar algunas viejas amigas, así que yo y otros tres compañeros mas nos fuimos en su carro, un Peugeot 403 que por uso y costumbre era más mío que de ella. Al llegar al gimnasio intentamos practicar, como es lo lógico antes del juego, pero no se nos permitió hacerlo aduciendo que estaban realizando reparaciones de último minuto en uno de los lados de la cancha, precisamente el lado que nos correspondía a nosotros, en el otro lado practicaba tranquilamente el equipo de la casa. Pero bien, queríamos jugar y no perder el viaje, además, seguros de nuestra superioridad como equipo, poco nos importó aquello.

La conformación de la mesa técnica produjo el primer altercado, no se permitió que estuviese en la misma ningún representante nuestro pero total, dijimos, mesa no gana juego. Luego vino el problema con los árbitros, ambos fueron impuestos por la asociación de básquet del estado vecino. Pero que caray, la superioridad de nuestro equipo, que en ese momento comandaba la liga de primera división en Carabobo, estado de los célebres trotamundos, nos permitía darnos el lujo de jugar con mesa técnica y árbitros en contra. Total lo que cuentan son las canasta, y esas las íbamos a hacer nosotros. Así que aceptamos el reto y nos dispusimos a jugar.

Como era de suponer el público apoyaba a los de la casa, los pocos compañeros que nos habían acompañado como barra tenían que guardar discreto silencio. A cada cesta nuestra era una rechifla ensordecedora del público y los nuestros solo reían por dentro. Cuando uno de nuestros jugadores hizo una canasta de feria, uno de los compañeros, no pudiendo aguantar la emoción, se paró a aplaudir, intervino un policía y lo sacó del gimnasio por estar formando bronca. De nada valieron los alegatos de los otros compañeros y de la propia banca nuestra, al punto que por intervenir ésta nos pitaron un técnico. Como el gimnasio no era muy moderno que digamos, el público tenía acceso directo a la cancha, así que cada vez que nos tocaba hacer un saque lateral nos empujaban y los árbitros, bien gracias. Los codazos y empujones de ellos no se veían, solo se veían los nuestros. Ellos no hacían doble paso ni doble dribbling, nosotros los cometíamos a cada rato, según los árbitros. En varias ocasiones pedimos tiempo y analizamos la posibilidad de retirarnos, pero la decisión era seguir jugando ya que éramos muy superiores a ellos y seguro les ganaríamos.

Al finalizar el primer tiempo ya teníamos a dos jugadores principales expulsados por 5 faltas. El marcador nos favorecía. Cuando se iba a dar el salto entre dos para iniciar el segundo tiempo un objeto contundente (vulgarmente llamado botella) hirió en la cabeza a un jugador nuestro. Se paró temporalmente el partido, se reclamó, se pataleó, se protestó, al final nos expulsaron a otro jugador porque le había faltado el respeto a uno de los árbitros y nos cantaron otro técnico, esta vez porque nuestro entrenador había reclamado airadamente contra la mesa. Pero seguimos jugando, claro la superioridad era mucha y siempre estábamos arriba en el marcador. A cada canasta nuestra aterrizaba en la cancha un objeto volador no identificado, para el árbitro, pero perfectamente identificado por nosotros. A medida que se acercaba el final del partido, teníamos menos jugadores activos por acumulación de fouls. Faltando 3 minutos para finalizar el partido, cundo la diferencia era de 7 puntos a nuestro favor, o por lo menos eso era lo que suponíamos pues no había pizarra electrónica y la cuenta la llevaba la mesa técnica, uno de nuestros jugadores bloqueó, limpiamente, a un contrario e impidió la canasta y el árbitro, Oh sorpresa, no pitó falta, eso bastó y sobró, el público se echó a la cancha, volaron los OVNIS, las trompadas, los empujones y hasta el árbitro llevó lo suyo. No nos quedó más remedio que salir corriendo. Menos mal que mi mamá volvía, en ese instante, de hacer sus visitas, así que nos metimos como pudimos en el carro y “arranca mamá que nos linchan”, alejándonos raudamente de su pueblo natal.

Al día siguiente nos enteramos por un diario del estado vecino, que su selección había derrotado al equipo de la UC y que los jugadores de la universidad habían dado un triste espectáculo al formar tremenda bronca por la derrota recibida. ¿No se les parece esta anécdota a lo que nos ocurre cada vez que vamos a un proceso electoral con este gobierno? No sé, digo yo.

Iolaizola@cantv.net

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