A mis apreciados y consecuentes lectores les confieso que es bien difícil, después de lo vivido el pasado domingo 15, poder hilvanar unos cuantos párrafos para explicar lo que sentimos y creemos de lo ocurrido ese día, sin caer en posiciones extremas. Vimos y vivimos un día singular en la historia política electoral reciente del país. Pienso que el pueblo venezolano obtuvo un gran triunfo cívico que servirá de modelo de ejercicio democrático para los pueblos del mundo. Los medios de comunicación hicieron posible que recorriésemos toda la geografía nacional, observando las inmensas colas de votantes y la alegría de esos compatriotas al saber que por fin, por esa vía constitucional, democrática, pacífica y electoral íbamos a superar definitivamente la inmensa crisis que venimos padeciendo desde hace ya varios años. Creía igualmente, con un alto grado de confianza, que en ese proceso electoral refrendario la oposición obtendría un claro triunfo. Se respiraba, se olía, se intuía que el SI era inmensamente mayoritario. Las denominadas exit poll, encuestas universalmente aceptadas y de alta credibilidad, indicaban que por alli iban los resultados. Y esa percepción la tuvimos hasta la madrugada del amanecer del lunes 16, cuando el presidente del CNE, en una escueta declaración, dio el primer boletín. Difícil dar credibilidad a esos números. El No aventajaba al SI en una proporción de 60 a 40. Pienso que todos sentimos igual sensación, los partidarios del No y del SI. Quedamos perplejos, no podían ser realidad esos números. Imposible. Todavía no hemos salido de ese estado de shock que se produce después de una noticia traumática, buena o mala.

A partir de ese momento comenzaron las reacciones de los dirigentes políticos de oposición, denunciando irregularidades y en el otro sector se pudo ver una tímida celebración desde el balcón del pueblo. La palabra fraude comenzó de inmediato a rondar por la mente de muchos. Dos años de negociaciones encaminados a buscarle salida a la crisis mas profunda de un pueblo se volvieron añico en un instante. Unos resultados muy poco creíbles, por ambos lados, empañaron todo ese arduo trabajo. Ya desde tiempo antes se venían denunciando las innumerables trabas e inconvenientes que un CNE poco confiable le ponían a ese proceso refrendario. Pero la actitud y el deseo de resolver para siempre la situación hacía que la oposición, representada en la CD, aceptara a regañadientes todas las exigencias impuestas por tres de los cinco miembros de ese cuerpo. Se creía que era mas importante ir al proceso del RR que cualquier otra consideración. Se pensaba que al final se impondría la honestidad, pulcritud y transparencia del proceso. Y cualquiera que fuese el resultado pondría fin a la crisis. Pero lamentablemente no fue asi. No solo por el resultado en si, sino también por la forma de darlo, sus magnitudes, sus incongruencias numéricas y procedimentales. La actitud de los rectores del CNE, logró que en vez de calmar los ánimos, ya de por si caldeados, aumentara la tensión. No me atrevo a decir enfáticamente y con propiedad de si hubo o no hubo fraude en el proceso electoral, pero muchos indicios nos obligan a tener una duda razonable. Sin pudor alguno se han venido imponiendo los criterios de los rectores oficialista sobre los de la oposición. En vez de contribuir a despejar dudas y dar claridad a los resultados se han empecinado en empañar aun mas los mismo. Que fácil hubiesen sido las auditorias en caliente, inmediatamente despues de cerradas las mesas. Y qué transparente hubiese sido la auditoria que debe estarse celebrando cuando esto escribo de haberse aceptado las exigencias de la oposición.

Así que en el amanecer del lunes 16, que muchos pensábamos que comenzaría un nuevo pais, un país enrumbado a su reunificación, renovadas las esperanzas, eliminados los odios lograda la tolerancia, regresados al respeto al estado de derecho y a la gobernabilidad, cualquiera que hubiese sido el resultado electoral. Revocado o ratificado el teniente coronel. Se abrirían nuevos causes y comenzaría un proceso de solución a la crisis. Resulta que ha sido todo lo contrario, al menos así lo presiento. Ahora la división será mayor, aumentará la conflictividad, la ingobernabilidad se hará mucho peor y la crisis se potenciará a extremos nunca visto. Creo que un grandísimo peligro se cierne sobre nuestro país. Al menos que la dirigencia mas sensata, la del gobierno y la de la oposición se acuerden en un programa mínimo de convivencia pacífica, de tolerancia, de diálogo sincero, de respeto. De aceptación de las reglas de oro de la democracia. De permitir la independencia de los poderes y que estos asi lo entienda y asi funciones.

Ceo que es tiempo de cancelar batallas y revoluciones bonitas y armadas; De misiones clientelares e ideológicas y círculos violentos; De enemigos y patriotas; Del uso abusivo del poder y de los dineros del estado. De irrespetos, burlas e insultos de ambos lados. De mentiras y engaños, por ambas partes. De penetración cubana o llamados a marines. Ya basta de conspiraciones y hacer oposición por oposición. Es hora de que el gobierno asuma su posición de gobernar para todos y de la oposición a hacer oposición constructiva. Se que ello nos será fácil, mas aun creo que muy difícil. Pero no intentarlo sería aumentar la velocidad de llevarnos a una confrontación fratricida. Y en ella nadie ganará. La patria quedaría herida de muerte. Todos debemos reponernos, a la brevedad, del shock que nos ocasionó el triunfo a unos y la derrota a otros. No mas “ni un paso atrás” y “no pasaran”. Todos debemos pasar dando pasos hacia adelante.

Iolaizola@cantv.net