Dichoso Don Manuel
Bienaventurado de quien ha entregado con humildad su vida al servicio de muchos. Entonces eres dichoso, porque Dios te ha regalado esta gran gracia de 50 años de sacerdocio. Desde tu amada Málaga, tierra de nuestra Señora de los Remedios, con San Ciriaco y Santa Paula, patronos de Málaga, allí te bendijeron al nacer y desde allí luchaste por dos pasiones.
La una muy propia de una tierra de toros bravíos y de encierros pura sangre. De esa pasión probaste lo duro que son las caídas y te untaste con sangre de pitones, que como punzantes banderillas entraron en tu carne. Rodaste y maltratado recogiste montera, espada y muleta para decirle que algo más grande y de mayor calidad te estaba llamando.
Era Dios que observaba tus faenas , pero acariciaba tus oraciones aprendidas en el regazo de tu madre y de la voluntad de tu familiar sacerdote. Todo se arremolinaba para ir creando una gran espiral, que al final te envolvió, te abrazó y te hizo sacerdote, hoy 50 años. Eres más que dichoso. Eres bienaventurado. Don Manuel.
Dios escribe torcido en líneas rectas. Lo torcido es nuestra humanidad, lo recto el amor de Dios que nunca olvida. Por eso, para 1954, un 5 de diciembre salen los primeros misioneros del clero malacitano para Venezuela. Que recuerdos, que años, que nombres: José María Campos Giles y Rafael Pérez Madueño. Para que luego venga, el año siguiente Juan López Albanés y Alfonso Rosales para ponerse al frente del Seminario Menor de Cumaná.
Dios sigue cosechando las mejores uvas de aquel parral de la casa vieja donde sus padres le dieron el ser. Nacería para algo grande y ese grande lo hizo en Venezuela. Llegó y se quedó. Que lo digan José Pulido, Ignacio Mantilla Alarcón, Manuel González Santiago y el mismo Manuel Fernández Martínez. O quizás lo pueda gritar José Sánchez Platero o el alegre José Burgos Quintana. Sin dejar por fuera a nuestro querido Ramón Abril. Era una misión para la vida y una vida para hacernos encontrar a Dios. Recibe el crucifijo y se incorpora a esta tierra de gracia y de bendición.
Su obra se ve plasmada en el valle fértil de Cumanacoa, que lo diga el Padre Jesús Senior Coronado, quien recibió de Don Manuel las aguas lustrosas del sagrado bautismo. En sus numerosos atributos para la poesía, la escritura y la redacción de aconteceres diocesanos. En la reposada y sabia enseñanza al frente de la dirección general de la Legión de María, para darle paso a Catedral, la cuna donde meció sus mejores sueños y años. Bien podría al lado de la lectura del santo evangelio decir: “Dichosos los que lloran, porque serán consolados” Que recuerdos Don Manuel y que duro es el pasado cuando se empeñan corazón y sentimientos, y por más que uno los quiera sacar ellos se quieren quedar. No teman son cosas pasadas.
Catedral de sus mejores momentos. De los únicos que vivió como loco andante de aquel caballero que tenía por nombre Don Quijote. Catedral, siempre Catedral y como todo lo bueno algún día se tendría que terminar. Disculpen, repito, son cosas pasadas.
Déjenme o mejor permítanme, contarles que Don Manuel rompió las fronteras y se metió en el corazón de Cumaná. Dichoso serás delante del sufrimiento al dejar tu tierra y al sembrarte en la que hiciese tuya y mía. Esta tierra la heredaste porque a fuerza de sacrificios colocaste alma, corazón y vida. Bendito eres por un Dios de la misericordia que con vida te mantiene y te da la fuerza para que sigas adelante. Bienaventurado en tu limpieza y finura para tratar a la gente. A cuántos mostraste a Dios y de seguro ese Dios les salvó para siempre. Dichoso y feliz porque tu huella es de paz y de encuentro. Eres entonces el hijo predilecto, el mejor hijo de esta tierra del Mariscal, de Andrés Eloy y de la virgencita del Valle.
Gracias Señor, por habernos dejado conocer a Don Manuel.
Gracias por habernos permitido envejecer con él.
Gracias porque desde el Alcatraz Vigilante le hemos podido leer.
Gracias porque en sus manos lleva el signo de la cruz que salva y bendice.
Gracias y muchas gracias porque hoy le podemos disfrutar con su sacerdocio de oro tejido, que ofrece con humildad a esta Cumaná que se niega a olvidar, ha quien nacido en otra tierra, para que ha esta la haga pan de alimento, corazón y constancia, de un servicio, de un amor y de mucha esperanza.
Ad multos annos, muchos años de vida, Monseñor Don Manuel. Que el Señor, por quien tanto has trabajado en tus años de sacerdocio, San Baltasar, el Sagrado Corazón de Jesús y San José, te sigan bendiciendo.
¡No te canses de ser bueno! Porque el mal se vence con el bien.
Afectísimo hermano en Cristo.
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